Un señor llega a la consulta del otorrino: - Verá, doctor, mi mujer está fatal del oído, está cada vez más sorda, tiene usted que ayudarme. - Muy bien, pero? ¿dónde está su mujer? - Ahí está el problema, ella no quiere venir. Dice que a ella no le pasa nada, que son todo manías mías. - Pero, hombre, si no viene su mujer, ¿cómo le voy a poder hacer un diagnóstico? - No sé, doctor? Por favor, tiene que haber algo que pueda usted hacer. Esto va cada vez a peor, y estoy viendo que me va a costar el matrimonio. Ayúdeme, por favor. El otorrino lo piensa un momento y dice: - Lo único que se me ocurre es que vaya usted a casa y llame a su mujer por su nombre? se acerca un poco y la vuelve a llamar, y así hasta que ella conteste. Entonces tome nota de la distancia que ha necesitado para oírle y viene y me lo dice para que yo me haga una idea de su grado de sordera. - ¡Qué gran idea, doctor! ¡Muchas gracias, ha salvado usted mi matrimonio! Se vuelve todo contento a su casa, abre la puerta y llama: - ¡Amparo! No hay respuesta, así que cierra y entra un poco al recibidor: - ¡Amparo! Nada. Silencio. Va hasta el pasillo y llama otra vez: - ¡Amparo! Aún sin respuesta, entra al salón, donde está su esposa sentada de espaldas, leyendo una novela. Se le acerca a un palmo del cogote: - ¡Amparo! La mujer se vuelve irritada: - ¡¿Qué coño quieres, Paco?! ¡¡Te he contestado ya tres veces!!! | |
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